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viernes, 20 de abril de 2018

Y de repente aquí estamos, seis meses después, en un piso que mira al cielo madrileño, con el suelo cubierto de juguetes, arena, zapatos, el caos pintándolo todo de hogar. Los días empiezan insultantemente pronto, pero son largos y luminosos. Estoy tan cansada que a veces me falta el aire, pero el pecho me revienta de amor. Casi no recuerdo la última vez que tuvimos una conversación, pero doy y recibo muchos abrazos cada día. Qué intenso todo, qué vida de contrastes. Y qué rápido nos hemos adaptado, en contra de todas las advertencias de expertos.