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martes, 25 de agosto de 2015

Coliflor salteada con pasas y anchoas



O uno de los greatest hits del verano 2015 en mi cocina.

En la línea de mi post anterior, llevo un tiempo experimentando con la coliflor, segura de que ofrece muchas posibilidades más allá de tomarla hipercocida, como se suele hacer en España. Después de varias pruebas y de recurrir a La Enciclopedia de los Sabores (regalazo que me hizo mi hermana, por cierto) como fuente de inspiración, he aquí otra receta que doy por terminada.

Fácil, rápida, sana, y riquísima.

Los que declaráis que no os gusta la coliflor: dadle una oportunidad a esta versión. Si habéis crecido en España, probablemente esta receta no se parece en nada a lo que habéis conocido anteriormente.

Nosotros la tomamos como plato único, aunque puede servir de acompañamiento, o de entrante.

Está rica templada, pero más sabrosa fría. Esto hace que resulte perfecta para llevarla a la oficina en un táper.


De nada.


Preparación (las cantidades de cada ingrediente son orientativas y se pueden adaptar al gusto):

  1. Cortar una coliflor en ramitos pequeños y lavarlos bien.
  2. Poner a calentar una olla grande con abundante agua. Cuando esté hirviendo, verter la coliflor y unos 80 g de pasas. Dejar cocer durante unos 3 minutos, lo justo para que la coliflor empiece a perder su tersura. Si notáis que empieza a oler, os estáis pasando de cocción. Sacarlo todo a un colador y reservar.
  3. En una sartén grande poner aceite en el fondo y dorar en él 5 ó 6 dientes de ajo, que habremos pelado, cortado en trozos grosos y aplastado poniendo encima la hoja plana del cuchillo y dando un golpe seco con la mano.
  4. En cuanto los ajos empiecen a tomar color, añadir la coliflor y las pasas, más unos 80 g de anacardos, y remover bien.
  5. Saltear al fuego medio, removiendo de vez en cuando, hasta que la coliflor se dore.
  6. Añadir a la sartén una cucharadita de azúcar moreno y el zumo de un limón. Remover y dejar que el líquido se consuma. Apagar el fuego.
  7. Repartir por encima unas 8 anchoas cortadas en trocitos. Mezclar todo bien y reservar hasta que se vaya a comer.

domingo, 23 de agosto de 2015

Tarta suave de queso con base salada de chocolate y cobertura de limón



Yo que no tengo una pastelería, ni tampoco un metabolismo que me permita comerme una tarta entera cada fin de semana, aprovecho las reuniones sociales para ir probando pequeñas variaciones sobre mis recetas de siempre. Porque, aunque muy golosa, soy muy exigente, y con la edad sólo voy empeorando en este sentido.

Para mí un postre realmente bueno es aquel que no resulta excesivamente dulce, ni pesado. Que no empalaga ni empacha. Y aunque se componga de varias partes, estas deben combinar formando un todo, una unidad. No me impresionan estos postres modernos de restaurante pijo donde te sirven una mini-porción de pastel, junto a una espuma de pitirrín y un crocante de purrufuá.

También me sorprendo a mí misma torciendo el gesto cuando voy a merendar a la pastelería de moda para descubrir que esa tarta de varios niveles y cobertura que tanto se mete por los ojos se basa en un bizcocho bastante seco y una crema a base de mantequilla. Cuando tragas una cucharada se puede oír un nítido "plonc!" en el estómago.

Ni hablemos de esos postres bañados en sirope comercial y chantillí de espray. Qué asco.

En resumidas cuentas, si uno se mete una ración hipercalórica entre pecho y espalda, tiene que merecer mucho la pena. Ponerse gordo sólo está permitido a base de cosas realmente buenas.

Siguiendo esta filosofía, y porque además de puñetera soy de naturaleza perfeccionista, reviso periódicamente mis recetas de siempre para probar puntos de mejora.

Y hoy anuncio con orgullo y satisfacción que he terminado mi receta de tarta de queso. Me doy por satisfecha. Esta versión la bordaré a punto de cruz y la colgaré en la pared de la cocina.



La receta base es la misma que ya publiqué, con los siguientes cambios:

  1. Hice el doble de cantidad, porque quería una tarta grande.
  2. En la masa puse limón esta vez, y no lima, porque la iba a cubrir con crema de limón.
  3. La base la preparé con 200 g de galletas integrales y 100 g de chocolate negro sin azúcar (80% de cacao): derretí el chocolate a fuego lento con un par de cucharadas de leche y lo mezclé con las galletas molidas y un poco de sal.
  4. Al preparar la mezcla para la tarta, separé las claras de las yemas. Preparé primero la mezcla con el resto de ingredientes y las yemas de los huevos. Batí las claras aparte, a punto de nieve fuerte, y las incorporé luego sobre la mezcla con cuidado y unas varillas de mano.
  5. Una vez fría, cubrí la tarta con crema de limón.


El resultado fue espectacular. La base de chocolate un poco salada contrasta con el dulce de la tarta. La crema de limón da un punto dulce-ácido-adictivo que complementa muy bien los otros sabores. Y al montar las claras aparte, la tarta queda con una textura inreíblemente suave, una delicia.

Para la próxima, esta tarta me la quedo en casa.

lunes, 1 de junio de 2015

Espinacas con garbanzos

Así se preparan las espinacas con garbanzos en Sevilla:

Hasé er favóh, no fijarse en er huevo, que se má quemao un poquillo

O por lo menos, así las preparo yo en casa en Berlín. Que cada maestrillo tiene su librillo y tal. Y como pasa con todas las comidas tradicionales, cada familia tiene su receta. Yo no sé si mi madre las prepara exactamente así o si he pecado de innovadora aquí. La cuestión es que hacía años que no tomaba este plato (aproximadamente seis, para más datos, desde que abandoné el sur) y ha sido hace poco que me ha apetecido de nuevo. Supongo que me acordé de las espinacas con garbanzos cuando buscaba en ampliar el contenido en legumbres de mi recetario habitual. Y es que una comida a base de verduras de hoja y garbanzos suena muy sano, ¿verdad? Poh máh bueno ehtá. Y si no, probadlo en casa.

Tradicionalmente se haría cociendo los garbanzos por un lado, y las espinacas frescas por otro. En mi versión, los garbanzos vienen ya cocidos en un bote, y las espinacas están congeladas. Esto acorta considerablemente el tiempo de preparación, y hace que pueda tener los ingredientes guardados para un desavío. Cocina precocinada no, pero cocina de ingredientes en conserva, sí. Y cocina sana que se prepara en un pihpáh, mejor aún.

En Sevilla se suele acompañar este plato de una rebanada de pan frito y un huevo, frito también. Yo del pan frito me abstengo, no ya por reducir el contenido calórico, sino porque en general me resulta muy grasiento.

Venga, vamoh palláh.

Qué me gusta Andalucía, por cierto. Acabo de volver de estar allí una semana, y no soy capaz de expresar lo mucho que he disfrutado del clima, de la comida, y de hablah andalúh.

Ingredientes (para dos personas):
  • 500 g de espinacas congeladas  (o frescas y lavadas)
  • 240 g de garbanzos cocidos (si son de bote, enjuagados)
  • 4 dientes de ajo (o más, o menos, al gusto) pelados y cortados en láminas
  • un chorreón de aceite de oliva
  • un chorrito de vinagre blanco (yo aquí tengo de manzana)
  • sal, comino y pimentón
Preparación:
  1. En una sartén poner a calentar el aceite y dorar en él los ajos, sin que se quemen.
    Lo sé, es más fácil de decir que de hacer. No os despistéis, tunantes, que el ajo se dora en seguida, no os separéis de la sartén ni os pongáis a mirar el whatsapp, que nos conocemos.
  2. Añadir las espinacas, los garbanzos, la sal, el comino y el pimentón.
    De comino y pimentón, al gusto. Yo pongo media cucharadita generosa de cada.
  3. Cubrir con un vaso de agua y cocinar hasta que las espinacas estén tiernas (si son frescas) o se hayan descongelado (si eran congeladas) y el líquido haya reducido. Añadir más agua si fuera necesario.
  4. Poco antes de terminar la cocción, añadir el vinagre.
  5. Freír el huevo y servirlo acompañando.
Y yahtá. Ea. Que uhtedeh lo dihfruten con musha saluh.

sábado, 16 de mayo de 2015

Crema de limón (Lemon Curd)


Un bote de crema de limón iluminando este día de oscuridad profunda en la tierra de las nubes eternas

A estas alturas ya sabréis que soy una gran amante de los cítricos. Naranjas, mandarinas, pero sobre todo limón y lima, se cuentan entre mis sabores y aromas favoritos. Partiendo de esa base, esta crema de limón es para mí una gran debilidad, una tentación irresistible, me hace considerarme una auténtica citroadicta.

La receta la vi en lo de Biscayenne. Durante mucho tiempo quería prepararla, pero no sabía qué hacer con ella después. Mi consejo ahora es: preparadla sólo si tenéis un plan bien definido. Podéis usarla para rellenar un bizcocho o unos cupcakes, sobre una tarta de queso, como relleno de una masa quebrada que cubráis luego con merengue tostado, para mezclarla con yogur, para untar el pan. Pero si os limitáis a prepararla, meterla en un bote y ya decidiré después para qué la uso, acabaréis comiéndoosla a cucharadas. El que avisa no es traidor.


La preparación de esta crema no tiene más complicación que controlar el baño maría para que la crema no llegue a hervir. Si tenéis un cacharro especial para fundir al baño maría, ni eso. Yo no tengo, y lo que hago es poner una cacerola grande bastante llena de agua a calentar, y un cazo encima, de manera que el cazo queda sumergido en el agua sólo en parte. Cuando el agua empieza a hervir, bajo el fuego para que las burbujas no sean muy grandes, ya que estas desestabilizan el cazo y además aumentan el riesgo de que caiga agua sobre la crema de limón. Y chinpún, no hay más dificultad.



Ingredientes (para rellenar un bote de mermelada grande):
  • 220 g de azúcar
  • 100 g de mantequilla sin sal
  • el zumo de 3 limones (unos 150 g de zumo)
  • la ralladura de los limones
  • 3 huevos batidos

Preparación:
  1. Preparar el baño maría y calentar el agua hasta que empiece a hervir.
  2. Poner en el cazo el azúcar, la mantequilla, la ralladura y el zumo de limón, y dejar que se caliente hasta que se derrita la mantequilla. Podemos ayudar removiendo con unas varillas para que se mezcle todo bien.
  3. Añadir entonces los huevos batidos, pasádolos por un colador. De esta manera evitaremos grumos.
  4. Seguir cociendo al baño maría hasta que la masa espese, removiendo con las varillas para que vaya espesando de manera homogénea. Este paso puede tardar entre 15 y 20 minutos.
  5. Guardar en un bote y reservar. Usar una vez esté fría.

sábado, 9 de mayo de 2015

Garbanzos con berenjenas



Cualquiera que me conozca no se soprenderá si digo que soy de tendencia ligeramente (ejem) obsesiva. Pues bien, en los últimos meses me ha dado por la cocina griega. En parte porque quiero incorporar más legumbres en mi dieta. En parte porque las dos veces que he estado en Creta he flipado muchísimo con la comida, más allá de los tzatziki, las ensaladas con queso feta y las carnes a la parrilla (que es lo que suelen poner en los restaurantes griegos). Así que me he comprado el libro La cocina de Vefa, que se considera como el libro de referencia para la cocina griega de toda la vida. O al menos eso dice El Comidista, y yo me lo he creído.

A mí el libro me parece que está bien. La edición es preciosa, sin duda, con los nombres de los platos escritos en griego, y a pesar de que no haya foto de todas las recetas. Lo que me molesta es la organización del libro en sí. Porque la sección de "pasteles salados" de repente incluye también pasteles dulces. O porque en la sección de mezés te cuenta que en primavera debido a la cuaresma tradicionalmente no se come carne, pescado, huevos ni lácteos, y a continuación te incluye una receta de brochetas de cordero. Eso me irrita bastante y despierta mi principio de trastorno obsesivo-compulsivo.

Pero dejando esos detalles aparte (inspira... expira...) el libro me encanta, las recetas me parecen geniales y todavía estoy por descubrir una que no me guste.

Por ejemplo, está la receta de garbanzos y berenjenas asadas. Con lo que me gustan los garbanzos y las berenjenas por separado, no dudé ni un momento en probarlos combinados. A pesar de eso, la suma superó por mucho la adición de los sumandos, y mis expectativas. Comparto aquí. Receta fácil, sana y deliciosa. ¡Que viva la cocina mediterránea!

Ingredientes para 4 raciones:

  • 250 g de garbanzos cocidos (como mínimo, podéis poner más)
  • 4 berenjenas, cortadas en rodajas de un dedo de grosor
  • 400 g de tomates en conserva, troceados
  • 3 ó 4 tomates frescos, cortados en rodajas finas
  • 1 cebolla grande, picada a trozos medianos
  • ajo (cuanto queráis, un par de dientes) picado fino
  • aceite de oliva
  • sal, pimienta, pimentón, orégano seco
Preparación:
  1. Sofreír la cebolla en el aceite hasta que esté transparente. Añadir el ajo y sofreír.
  2. Incorporar los garbanzos, el tomate en conserva y un poco de agua (¿medio vaso?). Condimentar con sal, pimienta, orégano seco y una cucharadita de pimentón. Dejar a fuego medio que se cueza todo junto y se reduzca el líquido.
  3. En una sartén poner un poco de aceite e ir friendo las rodajas de berenjena, por las dos caras, un par de minutos por cada cara, hasta que se ablanden. Reservar.
  4. En una fuente para horno poner la mitad de las berenjenas. Cubrir con los garbazos. Poner encima el resto de las berenjenas y terminar con las rodajas de tomate.
  5. Hornear a 180 ºC durante unos 50 minutos.
Nota: según la receta, se pone la mitad de las berenjenas debajo de los garbanzos y la otra mitad arriba. La verdad es que las berenjenas de abajo quedaron muchísimo más ricas, cocinadas en la salsa de tomate. Así que yo propongo poner todas las berenjenas al fondo, cubrir con los garbazos y terminar con las rodajas de tomate. Ahí, arriesgando, saltándome las normas. ¡Uuuuh! :)

sábado, 2 de mayo de 2015

Quiche de espinacas, pasas y cebolla caramelizada



Un post al año no hace daño...

Desde que empecé el nuevo trabajo no he vuelto a publicar, y ya van cuatro meses. Pero sí que sigo cocinando, claro. Incluso ahora que almuerzo fuera cada día aprecio todavía más la comida de casa. Eso sí, la mayoría de las cosas que cocino son sencillas y rápidas, porque el tiempo y las energías no dan para mucho. Esto no lo veo como un problema, sino más bien como una ventaja añadida, porque en general me gustan las comidas sencillas, sin demasiados "puturrús".

Un ponéh, que se diría en mi pueblo: el fin de semana pasado me invitaron a una cena con un montón de gente que no conocía, y tenía que llevar algo de comer. Pensé en llevar la quiche de salmón y espinacas, pero entonces me advirtieron de que la dueña de la casa es vegetariana, así que tuve que reconfigurar la quiche. Sustituí el salmón por unas pasas y cebolla caramelizada. Que sí, que la cebolla caramelizada empieza a estar muy vista, pero es que está muy rica, y por estos lares se usa poco. El resultado fue bastante espectacular, y no lo digo por echarme piropos a mí misma. Se acabó en seguida, y como casi no tuve ocasión de probarla, este fin de semana he vuelto a repetir y la he llevado de picnic. A petición popular, comparto receta aquí. Para que quedéis bien en las comidas con amigos hipsters.



Ingredientes:

  • Una masa, bien un hojaldre comercial, o una masa quebrada preparada en casa como os explico aquí
  • Entre 250 y 300 g de espinacas, congeladas o frescas
  • Unos 50 g de pasas
  • Una cebolla grande, cortada en medios aros
  • 200 mL de nata o leche evaporada (leche condensada sin azúcar)
  • 2 huevos
  • Una cucharadita de maicena
  • Sal
  • Aceite
  • Una cucharada de azúcar morena
  • Un chorreón de vino blanco seco
  • Unos 30 g de parmesano rallado

Preparación:
  1. Precalentar el horno a 180 ºC, encendido arriba y abajo
  2. Forrar el molde con un papel de horno. Extender la masa por encima y pincharla con un tenedor. Meterla al horno durante unos 10 minutos. Si usáis la masa de hojaldre, ponedle encima unos garbanzos secos para que no suba. Después de estos 10 minutos, sacar la masa del horno y reservar.
  3. Cocer las espinacas al vapor junto con las pasas. Si las espinacas están congeladas, las dejo al vapor hasta que se descongelen. Las pasas las pongo a la vez para que se hidraten un poco y estén más blanditas. Dejar escurrir y reservar.
  4. En una sartén poner un poco de aceite y sofreír ahí la cebolla hasta que esté transparente. Procurad que no se dore. Para eso lo mejor es ponerle sal y cubrirla con una tapadera, así la cebolla suda y no se reseca.
  5. Añadir el azúcar y un chorreón de vino blanco. Remover bien y dejar a fuego vivo y destapado hasta que se consuma el líquido. Apartar del fuego.
  6. Incorporar las espinacas y las pasas a las cebollas y remover para que se mezclen bien.
  7. En un bol, meclar bien la maicena con un poquito de la leche o la nata hasta que se disuelvan los grumos. Añadir después el resto de la leche o la nata y los dos huevos, y batir bien.
  8. Incorporar la mezcla de los huevos a la de las espinacas y remover para que se distribuya bien por la mezcla.
  9. Verter la mezcla sobre la masa. Espolvorear con el queso rallado.
  10. Hornear hasta que la quiche esté dorada y al pinchar en el centro con un palillo éste salga limpio. En mi caso esto tarda unos 15 minutos.