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viernes, 5 de diciembre de 2014

Galletas de almendra

¡A la rica galleta, oiga!

Se acercan las navidades y las lorzas empiezan a regocijarse y a frotarse las manitas (las manitas de lorza serán blancas, regordetas y blanditas, seguramente) pensando en que llega su momento cumbre en el año, cuando nos dedicamos a ir de reunión familiar a reunión con los amigos, comiendo y bebiendo sin reparar en las consecuencias. Yo este año he decidido que no voy a engordar en navidades. Voy a engordar antes, y así cuando llegue a España ya tengo la tarea hecha.

En realidad hacer galletas no forma parte de un plan maestro de dominación por parte de mis lorzas. Se trata más bien de sucumbir a la presión social. Porque por estas fechas los alemanes (o mejor dicho, las alemanas, que es una cosa más de chica) se ponen a hacer galletas como locos. Plätzchen las llaman. Suelen ser galletas de mantequilla, a veces con especias, a veces redonditas, a veces cortadas en forma de figuritas, y decoradas. Normalmente se encierran en casa durante un día (o varios) con las mujeres de la familia, o con las amigas, y se dedican a hacer galletitas de distintos tipos. Y a beber vino o Glühwein, claro, para darle un tono más festivo. No hay que perder ocasión. Luego componen surtidos de distintos tipos de galletas, los empaquetan en algún tipo de envoltorio mono, y hasta el día 25 van los van regalando a los amigos.

Algunas Plätzchen que me han regalado

No digáis que no mola.

Primero te pasas un día haciendo galletas y bebiendo vino, y luego tienes regalitos para todo el mundo, que casi no te han costado nada pero están hechos a mano con mucho amor. La idea está genial.

Como cuando mi madre se ponía a hacer rosquitos, pero en versión alemana. Aunque para ser completamente honestos, creo que mi madre no bebía vino mientras hacía los rosquitos, que ponerse a freír en un perol estando contentillo no es buena idea.

Hasta ahora nunca había prestado atención a esta tradición. Quizás porque hasta ahora no había tenido tantas amigas alemanas. La semana pasada de repente desaparecieron todas del calendario. Hasta las menos femeninas, más independientes, más alternativas, menos caseras... TODAS se pusieron a hacer galletas. Así que yo también quiero. Y ya tengo mi propio evento galleteril organizado para la semana que viene. Lo que os enseño hoy es una receta que quería probar para ver si la incluyo en el surtido de la semana que viene o no.

La conclusión es que sí: habrá galletitas de almendra en el surtido.



Galletas de almendra (para unas 60 unidades):

1- Poner en un bol

  • 250 g de mantequilla en pomada (que esté blandita)
  • 125 g de azúcar glas
  • 1 yema de huevo
  • 1 pizca de sal

y batirlo con las varillas hasta que esté bien mezclado y la masa haya cogido aire.

Ingredientes listos para usar, como si esto fuera un programa de la tele

2- Añadir

  • 200 g de almendra molida
  • 250 g de harina (la normal, tipo 405)
  • 20 mL de licor de naranja (opcional)
  • 100 g de piel de naranja confitada (opcional). Yo la pasé por el picador de alimentos para que quedara en trocitos muy pequeñitos.

Mezclar con las manos hasta formar una masa.



3- Cubrir con papel de film transparente y guardar en el frigorífico unas dos horas, hasta que la masa se endurezca.

4- Precalentar el horno a 200 ºC. Preparar dos bandejas de horno cubriéndolas con papel vegetal.

5- Hacer bolitas de masa y ponerlas en las bandejas, aplastándolas un poco con los dedos. Dejar un poco de separación entre las bolitas, porque crecen al hornearse, pero no crecen muchísimo.


6- Batir

  • 1 yema de huevo

y pintar con ella las galletas.

7- Si se quiere, decorar con láminas de almendra, o con almendras partidas por la mitad. O podéis esperar a sacarlas del horno y espolvorearlas después con azúcar glas. O podéis no poner nada más encima.

8- Hornear a 200 ºC, con el horno encendido arriba y abajo, durante unos 12 minutos, o hasta que estén bien doraditas.

9- Sacarlas y dejarlas enfriar sobre una rejilla hasta que se endurezcan. Después conservar en una lata o un bote para galletas.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Fagiolata


Es noviembre en Berlín, y más que estar constantemente nublado, la sensación es que alguien ha soltado una losa de hormigón sobre el techo de la ciudad: está humedo, oscuro, frío (aunque a las temperaturas todavía les queda recorrido hacia abajo). En definitiva, apetece cocina de olla y cuchareo. Por suerte este guiso le levanta el ánimo hasta a un trabajador del Ordnungsamt*.

Las legumbres son ricas en proteínas y fibra, y bajas en grasas (bueno, esto depende de qué les pongas al lado, claro) y por ese motivo se erigen como joya de la cocina mediterránea. En invierno procuro tomarlas un par de veces por semana. Pero me aburre comerlas siempre de la misma forma, así que estoy haciendo un esfuerzo por ampliar el repertorio.

Esta receta me la dio @MrFanshawe, quien a su vez la aprendió de un italiano muy cocinillas. Yo no la he seguido al pie de la letra, por una parte porque no tenía romero, así que lo cambié por laurel, tomillo y pimienta, y por otra parte porque soy incapaz de seguir una receta al pie de la letra (lo siento Fansh). En cualquier caso, el resultado es, no me da vergüenza decirlo, espectacular. Para aplaudir hasta con las orejas.




Fagiolata para 4 raciones:

1- La noche antes, poner en remojo
  • 300 g de carillas (el Toledano dice que podría haber puesto más habichuelas, porque el guiso quedó muy sabroso)
2- Poner en la olla un poco de aceite y sofreír en él
  • una cebolla
  • un diente de ajo
muy picaditos, con un poco de sal y a fuego medio, hasta que la cebolla esté transparente, pero sin que se dore.

3- Añadir
  • 300 g de panceta cortada en trocitos (mejor si es una loncha que cortas tú mismo, porque los trocitos de panceta o bacon que venden ya cortados en el súper suelen tener mucha más grasa)
  • un buen chorreón de vino blanco
  • una guindilla o un pimiento picante o un poco de pasta de harissa
  • una hoja de laurel
  • unos granos de pimienta negra
  • una cucharadita de tomillo
  • 400 g de tomates pelados y cortados en trozos (si son naturales pero os han salido insípidos, como a mí, podéis poner también una cucharadita de concentrado de tomate; también podéis usar tomates en conserva)
Remover y llevar a fuego fuerte durante unos 5 minutos para que se evapore el alcohol del vino, sin que la mezcla llegue a secarse.

4- Poner las carillas en la olla y cubrir con agua o caldo. Cocinar hasta que estén tiernas:
- En olla rápida: 50 minutos a partir de que suba la válvula
- El olla normal: una hora y media o dos horas, a fuego lento, removiendo de vez en cuando y añadiendo más caldo o agua (calientes) si ves que el guiso se va a quedar seco.


(*) Más quisieran los trabajadores del Ordnungsamt poder echarle el guante a un plato de estos.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Quiche de salmón y espinacas


Hoy por petición popular os cuento cómo preparo mi quiche favorita (he probado muchas versiones que he leído y que se me han ocurrido, pero desde hace un año siempre prefiero ésta).
Es rápida y fácil, sobre todo si usáis una base de hojaldre comercial (Blätterteig, yo la prefiero refrigerada mejor que congelada) y compráis el pescado y las espinacas congeladas (ya vienen limpios y cortados). La base está mucho más rica y también queda mejor si la preparáis en casa, claro, pero no siempre hay tiempo o ganas. Esta receta es un buen recurso para preparar un plato rico y reconfortante en poco tiempo.



Quiche de salmón y espinacas:

1- Descongelar y escurrir

  • 250 g de salmón
  • 300 g de espinacas. 

Mejor si los sacáis unas horas antes del congelador. Si tenéis más prisa, ponedlos en un sitio calentito (yo a veces los pongo en un plato encima del radiador). Si tenéis todavía más prisa, ponedlos al vapor sobre una olla de agua hirviendo, tal que así:



2- Precalentar el horno a 180 ºC.

3- Forrar el molde con la masa de hojaldre. Si viene ya con un papel de horno, usad éste para que no se peque la masa al molde. Si no tenéis papel de horno, engrasad el molde con mantequilla.

4- En una sartén grande con un poco de aceite sofreír

  • 1 cebolla grande (la mía pesó 240 g) cortada en trozos mediano

con un poco de sal y a fuego medio hasta que quede transparente, sin dorarse.

5- Añadir entonces las espinacas y el salmón. El salmón lo pongo entero y cuando se va cocinando lo voy separando en lascas con una espátula.

6- Cuando el salmón ya está cocido, apago el fuego y añado

  • 180 mL de leche condensada (sin azúcar, claro; también podéis usar nata)
  • 2 huevos medianos o 3 pequeños, batidos
  • pimienta

y remuevo todo bien.

7- Poner la mezcla en el molde y espolvorear por encima

  • 30 g de parmigiano rallado


8- Hornear en la parte baja del horno durante unos 30 minutos a 180 ºC, con el horno encendido arriba y abajo. Comprobad a los 20 minutos cómo está de dorada, y si véis que se os va a quemar por arriba, tapadla con una hoja de papel aluminio, o de papel vegetal. Cuando la masa esté doradita y al pinchar en el centro de la quiche el palillo salga limpio, ya estará lista. Dejad que se enfríe antes de sacarla del molde para minimizar el riesgo de que se os rompa.


jueves, 13 de noviembre de 2014

¡Tortitas!


Si a estas alturas os cuento que soy una glotona no os voy a sorprender. Es una información obvia, redundante. Tampoco será nada nuevo si digo que cedo al vicio especialmente en el desayuno, que es mi comida favorita del día. Entre semana suelo desayunar muesli, pero el fin de semana exijo al chef algo especial. Y como en esta casa el chef soy yo, no me queda otra que arremangarme y meterme en la cocina. Estas tortitas son tan rápidas de preparar que no me da nada de pereza.

Descubrí la receta este verano en alguna parte de internet (no soy capaz de encontrar la referencia, ¡sorry cibermundo!) y desde entonces la he practicado mucho, para gran complacencia del Toledano. He optimizado el proceso de modo que me lleva menos de 5 minutos preparar la masa: en un bol grande voy pesando la harina, levadura, y la leche, y añado el azúcar. Casco los huevos encima de otro bol, en el que recojo las claras, y echo las yemas en el bol grande. Entonces bato las claras primero, después la otra masa, mezclo las dos, y voilá! Ya podemos empezar a freír las tortitas. Fácil, rápido, sin dramas ni complicaciones.

El otro motivo por el cual me gustan estas tortitas es que me saben a receta auténtica, sin aditivos, sin florituras, sin tonterías. La única grasa que llevan es la mantequilla para dorarlas (bueno, y la del huevo y la leche, pero no llevan nata, ni crema agria, ni otros ingredientes grasos que había visto en muchas otras recetas anteriormente). El azúcar es opcional, y si las váis a comer con sirope, miel, o mermelada, podéis saltároslo si queréis. Yo en verano le echaba unos arándanos a la masa cuando la estaba friendo. Alguna vez he hecho una salsa de chocolate negro. Pero me gustan mucho también sin nada más. Quedan suaves, esponjosas, como bizcochitos. Supongo que de ahí el nombre en inglés: pancakes, pasteles a la sartén.



Tortitas para 1 persona:


1- Pesar en un bol:
      - 40 g de harina
      - 1/2 cucharadita de levadura (impulsor químico)
      - 1 cucharada de azúcar moreno (opcional)
      - 50 mL de leche
      - 1 yema de huevo
y mezclar con las varillas (con batidora o a mano, como queráis, los ingredientes se mezclan en seguida y no quedan grumos).

2- Poner en otro bol:
       - 1 clara de huevo
       - 1 pizca de sal
y batir con la batidora de varillas hasta que esté a punto de nieve.

3- Incorporar la clara a la otra mezcla y mezclar las dos a mano, suavemente, para que el resultado sea espumoso.

4- Dorar las tortitas en una sartén engrasada con un poco de mantequilla. Yo pongo cucharadas de masa y no muevo la sartén para intentar que se extiendan, sino que las dejo crecer y ponerse gorditas y esponjosas.

5- Servir con sirope, miel, mermelada, chocolate... O comerlas sin nada más, con las manos, mojándolas en el café.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Estofado de carne con judías verdes a la libanesa


Quien dice a la libanesa, dice a la cretense, y casi a la andaluza. Porque el Mediterráneo es ancho, pero la conexión es fuerte desde un extremo al otro.

Esta receta la vi originalmente en Taste of Beirut, pero se parece muchísimo a una que viene en mi libro de cocina de Creta. Mi madre también hace un guiso parecido, aunque no le pone canela, y sí añade patatas a la cocción. La que por lo visto sí que le ponía canela era la abuela Paca, que era la bisabuela de mi madre, o sea, mi tatarabuela (¿no?). Ahí queda eso. Yo además he pervertido la receta original con un poquito de vino blanco. Viciosilla que es una.

Estofado y puré casero de patata y zanahoria

Cocina mediterránea, sencilla y saludable. Que tampoco se trata de estar comiendo dulce todo el día, hoygan.

Cómo preparar este estofado de carne con judías verdes (4 raciones):

1- En una olla poner un poco de aceite a calentar y dorar en él
  • 500 g de carne (yo he usado magro y costillas de cerdo, pero seguro que con cordero queda estupendo también)
  • 2 dientes de ajo enteros, pelados
2- Una vez dorados, cubrir con agua y llevar a ebullición. Espumar el caldo, y entonces añadir
  • 1 hoja de laurel
  • 1 rama de canela
  • unos granitos de pimienta
  • sal
  • un chorrito de vino blanco
3- Dejar cocinar durante unos 30 minutos.

4- Mientras tanto, en una sartén poner otro poco de aceite y hacer un sofrito con
  • 2 cebollas grandes, picaditas
  • 500 g de tomates, pelados y cortados en daditos
Pochar primero las cebollas, hasta que estén transparentes. Añadir después el tomate y dejar que se cocine durante unos 5 minutos.

El sofrito ya listo, y las habichuelas, esperando el momento de saltar a la olla, ¡ay omá!

5- Cuando la carne ya lleve unos 30 minutos cocinándose, sacamos del caldo la rama de canela, añadimos las cebollas y los tomates, y
  • 500 g de judías verdes, a las que habremos quitado las hebras laterales, cortadas en trocitos
6- Cocinar todo junto hasta que la carne esté tierna (unos 30 minutos más, o entre 15 y 20 si usamos olla rápida).

7- Servir con arroz o con patatas.

¡Buen provecho!

sábado, 25 de octubre de 2014

Pudín de chocolate


Lo bueno del otoño es que vuelve a apetecer quedarse cerca de los fogones (ejem, o de la vitro) y cocinar cosas ricas. Sobre todo, supongo que la ropa de invierno es más amable con los michelines, así que una puede darse más caprichos que en verano sintiendo menos culpa después.

Aunque a quién vamos a engañar: cuando se trata del chocolate (y del foie) mi mente es una experta en saltarse cualquier pensamiento que se parezca remotamente a un remordimiento.

Esta receta la encontré en lo de Smitten Kitchen y es tan fácil, tan rápida, y tiene un sabor a chocolate tan intenso, que comprar postres de chocolate en el supermercado ha dejado de ser una opción. Además no lleva huevo ni gluten.

Mi consejo: usad un chocolate de buena calidad. Es un postre a base de chocolate y leche. Si usáis un chocolate mediocre, lo notaréis en el sabor. Yo uso Lindt con al menos un 70% de cacao.


Cómo preparar el pudín de chocolate (6 raciones):

1- Pesar y poner en un cazo:
  • 30 g de maicena
  • 100 g de azúcar
  • 1/4 cucharadita de sal fina
2- Mezclar con unas varillas y añadir poco a poco
  • 700 mL de leche
removiendo bien para evitar que queden grumos.

3- Poner a fuego medio, removiendo de vez en cuando para asegurarnos de que la maicena no espesa todavía, o no se queda pegada al fondo.

4- Cuando la leche esté a punto de hervir, quitar un momento del fuego y añadir
  • 170 g de chocolate negro en trocitos
Removerlo hasta que se disuelva.

5- Volver a llevar al fuego, esta vez suave, removiendo continuamente, hasta que espese.

6- Retirar del fuego, añadir
  • 5 mL de licor de naranja (o de extracto de vainilla, o de algún otro licor, es para dar aroma extra)
y mezclar rápidamente con las varillas.

7- Servir en vasitos, o en un cuenco grande. Tapar con film transparente y meter al frigorífico durante al menos 4 horas hasta que se enfríe completamente.


domingo, 19 de octubre de 2014

De vuelta - Cena en Ula Berlín

¡Hola Cibermundo!

Hace más de un año desde mi última publicación en el blog, y lo echo de menos. No encuentro el momento para escribir, casi apenas para cocinar, pero cuando sucede sigo haciendo fotos (fotografiar comida es adictivo, encuentro). He decidido intentar un formato de publicación que requiera un esfuerzo mínimo, porque me gustaría mantener vivo este cuaderno de cocina. Será a partir del próximo post. A ver qué tal me sale.

Ahora es cuando me justifico por mi ausencia: Este año ha sido intensísimo, lleno de cambios, una locura.

Terminé el máster y me mudé a Londres inmediatamente por un trabajo, dejando al Toledano en Berlín hasta que pudiera reunirse conmigo. Una vez que me había asentado tanto en la ciudad como en la oficina, apenas comenzado el 2014, me di cuenta de que tenía que volver a mudarme a Berlín. Así que empecé a buscar trabajo para la vuelta a la vez que intentaba sobrevivir al ritmo de vida de la desquiciada Londres. Casi lo conseguí dos veces.

En junio me lié la manta a la cabeza y abandoné la isla. Organicé una boda exprés (que ya hemos celebrado tres veces). Me sumergí en el proceso de reinventarme de nuevo. Quien dijo eso de "Reinventarse o morir" olvidó añadir "en el intento". Y mientras busco mi lugar profesional en esta ciudad, también participo en algún proyecto interesante.

Así que aquí me tenéis, toda una Frau Dr Hausfrau, MBA de derecho, feliz, y con una agenda tan apretada que sospecho me han debido nombrar CEO de los desempleados berlineses.

Como buena CEO de vez en cuando me gusta cenar en un restaurante de los de puturrú. Y lo que hoy os quería contar para reinaugurar el blog, es que la semana pasada estrenamos uno de los regalos de boda: una cena estupendérrima en el restaurante Ula Berlín. Me habían pedido reportaje fotográfico del menú. Y no es sin gran esfuerzo y tesón por mi parte que aquí os lo traigo.

Esfuerzo y tesón porque cuando veía el plato tenía que frenar el impulso de abalanzarme sobre él. Cuando estuvimos en Tailandia no conseguí fotografiar casi ningún plato intacto. Anoche me superé. Supongo que estoy madurando y tal.


En el Ula se cena en una atmósfera sobria pero cálida, en la intimidad de una luz muy tenue. Los platos son comida japonesa elaborada pero moderna. Ofrecen también una amplia selección de sakes. Nosotros tomamos el menú degustación, que os detallo a continuación. Adjunto fotos en luz íntima y bajo flash desgarrador para que os hagáis la mejor idea posible de lo que fue la cena.

1- Sake con entrante de... he olvidado qué era, pero por la foto parece bambú.


2- Rollitos de pollo rellenos de gobo, gambita con verduras en gelatina Ponzu, y sashimi de atún.


3- Sopa de miso blanco con salmón a la plancha.


4- Ensalada de algas con sésamo y gamba frita.


5- Nigiri de atún toro y de dorada ligeramentes cocinados al vapor. Nigiri de foie gras francés.


6- Atún ligeramente asado al aroma de sésamo con salsa de miso y balsámico y puré de patatas con wasabi.


7- Tarta de queso y té verde con ensalada de frutas frescas al Umeshu. Fondant de chocolate con salsa de frutos rojos y helado de coco.



Como podéis comprobar, fue un banquete por todo lo alto, ante el que sólo puedo decir Arigatoo Gozaimasu!!!